jueves, 22 de diciembre de 2016

15 Addis Abeba

Es el final de esta aventura. Fue el viaje mínimo que había previsto aunque mi idea siempre fue seguir hacia el sur cuanto pudiese. Pero bueno, ha sido un viaje muy intenso en lo físico y en lo emocional. Lo he sufrido y lo he disfrutado y por supuesto que a diferencia de otras veces no me arrepiento de dejarlo aquí, en la capital de Etiopia.

Si tuviera que decir los motivos de mi decisión no seria uno aislada, mas bien un cúmulo de circunstancias que probablemente tiene como motivo estrella los problemas de salud que durante una semana me dejó verdaderamente ko. La diarrea y no ser capaz de asimilar alimento por tres días fue brutal. 

El caso es que estoy aquí, en Addis Abeba. Cuando regrese habré vivido en esta ciudad durante once días en los cuales he recorrido sus calles tanto a pie como en bicicleta como nunca lo hubiera pensado.

Comenté en otra entrada anterior los problemas que tuve para conseguir dinero en dólares. Al final me vi con un montón de billetes de dinero local (1 $= 22,3 Birr) y dado que mi viaje se acorta tuve que ingeniármelas para no tener que regresar a España perdiendo mucho. Aquí, como en otros tantos países, el dinero es el rey, especialmente el dólar americano al que adoran y al que todo el mundo quiere poseer. Ahora bien, estas apañado como trates de conseguir cambio al revés, es decir, yo entrego dinero local y recibo divisa extranjera. Que no, que ningún banco ni organismo oficial se presta a ello. Así que la solución pasa por acudir a esos  puntos adecuados y siempre sórdidos donde circula el dinero negro, a los cambistas no oficiales que por supuesto no te lo ponen fácil. En fin, que al menos fui capaz de recuperar en dólares USA 214 de los 500 de mi trasferencia. 

A dos días vista de mi vuelo a España, uno recapacita sobre el viaje en la soledad de la habitación y se va quedando con los buenos momentos que, por supuesto, han sido la mayoría. Atrás se quedan los cabreos con esos de siempre que pululan por todo tiempo y lugar y que tratan de sacarte el dinero a base de engaños, bien sea cuando tratas de conseguir ticket de autobús, un alojamiento o una simple comida. Eres extranjero y tienes dinero, mucho o poco, ellos lo saben porque del aire no se vive, así que los de siempre te ven como una hucha con patas que trataran de romper como puedan.

Tengo recuerdos para Egipto. Ahí quedan las escoltas policiales que impiden viajar en solitario. Fueron momentos desagradables que se compensaron con tantísima belleza que te ofrece este país milenario. Y ese Nilo, que yo pensaba que vería mas a menudo y que a partir de Egipto lo perdí de vista fastidiando en parte  lo que parecería un bucólico viaje cada vez que me sentaba ante el mapa y lo preparaba con tanto derroche de entusiasmo.

Pero si el Nilo me abandonó, me recibió el desierto. Si, lo digo con emoción porque esta experiencia de pedalear tantos días por un lugar tan especial es única para alguien fanático de la bicicleta, y es lo que más me enorgullece del viaje.
  
Juntar desierto y soledad, con calor de cerca de cuarenta grados, con racionamiento de agua, con la necesidad imperiosa de conseguirla, incluso comida, con unas rectas interminables cuya sola visión obliga a hacer grandes esfuerzos para controlar la ansiedad y mantener la estabilidad mental crea un cóctel insuperable para quien le atraigan las imprevisiones de la aventura.

Esto fue Sudan. Un grandísimo desierto que emociona

Y de pronto llega Etiopia con todos sus contrastes, los propios y porque aquí ya no hace ese tremendo calor, ya no hay grandes extensiones de soledad y arena.


Aquí impera el contraste del verde de los arboles con los colores claros de los campos de trigo. Hay llanuras, pero también cadenas de montañas con algunos puertos que te cortan la respiración cuando bajas por algunas de sus cuestas. Aquí tampoco puedo dormir al raso como hacia en Sudan mientras contemplaba las estrellas. En Etiopia, ahora es diciembre y hace fresquito. Y por la noche duermo tapado por dos mantas y una colcha gruesa. No es de extrañar, la temperatura baja hasta los siete grados.

Pensaba que probablemente el menor de los contrastes entre los tres países sea el del carácter de sus gentes. En general, todos me han parecido amigables y dispuestos a echarte una mano cuando fue necesario. En todos he visto un carácter bastante alegre y con gran sentido del humor. Solo me arrepiento de no haberlo podido disfrutar lo suficiente por falta de mi capacidad para comunicarme; entiéndase en su idioma o en ingles. 

Addis Abeba
Once días han dado para hacerme una idea sobre este pueblo. He tratado con muchas personas y he visto bastantes cosas.


Addis es una ciudad grande, que no una gran ciudad visto desde mi perspectiva de occidental.

Si una ciudad grande y sus habitantes son el reflejo de la sociedad, debo decir que aquí hay un puñado de cosas que no me han gustado, especialmente aquello relacionado con las personas, el como viven, de sus carencias y de como son tratadas.

He visto mucha pobreza. Pero lo que no entiendo es la falta de asistencia social hacia los más necesitados. Para mi no es asimilable ver a tanto gente en la indigencia mas absoluta, pero sobre todo a tantos niños de cortísima edad, incluso bebés, pidiendo limosna al lado de madres jovencísimas, algunas de ellas con discapacidades importantes, como la ceguera total. No, no es asimilable. Esto, es indigno, aquí en España y en cualquier lugar. Francamente, he pasado momentos difíciles. Un país no puede ser grande, ni importante ni nada de nada si no es capaz de asumir un trato social mínimamente humanitario hacia sus gentes. 

También me ha dado tiempo a turistear un poco, aunque no sea lo que mas me guste de viajar. He visitado el Museo Nacional de Etiopia y debo decir que me encantó.

Imagen tomada en el Museo Nacional
Como había facilidad para fotografiar saqué el móvil y dispare a casi todo lo que vi. ¡ Ah, como hecho de menos esa cámara de fotos que me robaron en Sudan.¡¡

Como me gusta la sonrisa de esta joven

He estado alojado en una Pension&Guest House, que reza el cartel. Once días dan incluso para coger cariño al personal, especialmente porque el trato es con gente muy familiar y sencilla. 

Añadir que todo esta limpio, la ropa de cama, la toallas y los suelos. Y tengo jabon y papel higiénico en cuarto de aseo exclusivo con wc normal. Todo un lujo comparado con la media de los tres países. Cuesta 250 birr diarios, al cambio en dólares unos 14. 







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