27 de noviembre (domingo). Normalmente tengo que mirar el calendario de la para saber en que día vivo. Los viernes me marcan bastante y debo tenerlos muy presentes porque al ser festivo cierra casi todos los negocios y buscar donde comer resulta difícil con bastante frecuencia. En cambio hoy, que es domingo, aquí es un día corriente y todo absolutamente esta asequible al publico.
De mi jornada de ayer sábado, y de hoy solo la policía ha puesto un toque distinto a la rutina de carretera, sol y calor. Es la primera vez desde que llegué a Sudan que tengo un control policial. Al final de una recta apareció un todoterreno plantado al lado de unos obstáculos cruzados en la calzada y anexo, un pedazo de metralleta que quitaba el hipo. Todo fue un poco rutinario aunque el hombre, joven él, que llevaba la voz cantante fue bastante quisquilloso y me hizo un montón de preguntas a través de un intérprete. Vieron los cien sellos del pasaporte y el documento original de registro de entrada al país. Todo correcto, puede usted marcharse…
Y hacia el final de la jornada otro control policial. Esta vez de vehículos, creo yo. No les di opción a nada porque paré la bici y les pregunté si podría pernoctar allí mismo. Me venia genial el lugar, por kilometraje y porque ellos suponían compañía y seguridad.
Por supuesto, que podía quedarme, todo fue amabilidad y me indicaron un amplio espacio para elegir.
El sitio tiene árboles así que elegí una sombra increíble. Un guardia amable me ayudo a empujar la bicicleta porque las ruedas se enterraban en la arena. Recuerdo que esto es puro desierto.
Monté la tienda ante la atenta y curiosísima mirada de los policías y de dos no menos curiosos chicos que esperaban algún transporte.
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Cursillo de como instalar una tienda |
Allí mismo, en una cabaña vieja hecha de cañas, una mujer tiene su negocio donde vende café, té y comida. Debo reconocer que aun siendo poco escrupuloso esta vez lo pasé mal al ver cómo ese mujer cocinaba, pero especialmente “fregando” los utensilios de comer.
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Fukets con agua y cabaña (al fondo) de la "cocinera" |
Este dia yo tenía algo de diarrea. La desgracia quiso que me sirvieran un té agelgazante y solo después de tomarlo pude leer en la caja de que e trataba realmente. Huelga decir que visite la letrina más de lo que hibiese deseado.
Agua tenían en el puesto en abundancia pero utilizaba solo dos cubos, uno para frotar con las manos y el otro para aclarar. Lo siento, procuro no ser muy crítico con estas costumbres tan extendidas por todo el país pero el simple sentido común te dice que puedes recibir cualquier germen, microbio u otra mierda cualquiera de los usuarios anteriores. Y dicho esto, no me queda mas que admitir que si quiero comer cada día tengo que ser uno mas y actuar en consecuencia. Ya digo que habitualmente no tengo problemas, pero a veces, como ayer, cierro los ojos y “padentro”. Digo yo que de algo me servirán la tonelada de vacunas que traigo puestas de España, jajaja.
Pues eso, que todos los polis se portaron genial y esta mañana antes de que el sol asomara por el horizonte ya me tenían preparado un cafelito caliente. Desde luego, ellos se lo pasaron pipa viéndome montar y desmontarla tienda de campaña. El mas simpático hasta se atrevió a entrar en ella para probarla. Y probó la bici cargada con todas las alforjas que yo pensaba que se iba al suelo y me dejaba allí tirado.
Esta mañana de domingo tuvo un par de anécdotas ligeramente desagradables. Por primera vez, un crio como de diez años me lanzo tres piedras mientras circulaba por la carretera. Solo él, es cierto, tenía varios otros niños al lado y ninguno participó. Menos mal porque el muy cabronazo tenia buena puntería. Paré la bici y le metí tales gritos que se entero todo el pueblo. No más allá de un kilometro tres tipos adultos corren hacia mi gritando que parara. La prudencia obliga y nunca lo hago, la verdad, pero esta vez uno de ellos casi me engancha la parte trasera de la bicicleta. Afortunadamente metí un quiebro y un golpe de pedal y pude evadirme. Me pregunto que pasaría si me hace parar. Mejor no lo imagino.
Y llegó la hora de pernoctar hoy, así que buscando dónde, aparece otro control policial de carretera y vuelta a preguntar. Me han dirigido con gestos a esta gasolinera donde me encuentro y ya tengo asignado camastro dentro de un edificio anexo que nadie usa. Me parece un lugar estupendo y que además evita que pasee trabajo instalando la tienda.
Lo mas agradable del día es haberme encontrado con Ali, un solete de niño de siete añitos. Está vendiendo bolsitas de productos secos a los clientes de la gasolinera.
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Ali, vendedor a tiempo parcial de sus productos secos |
Sí, me responde, esta mañana fue al colegio. Le compro dos bolsas de lo que a él más le guste y le entrego una; me mira sorprendido, sonríe y se la come allí mismo.