jueves, 22 de diciembre de 2016

Final en fotos


Entrar a Etiopía por la frontera de Metema ha sido toda una experiencia que en absoluto te deja indiferente. Es una simple raya separando a dos pueblos que son uno solo en la vida cotidiana. Un hervidero de gente pulula constantemente por la calle ganándose la vida de forma muy distintas; puede ser pidiendo limosna, ofreciéndote una báscula dónde ver tu peso a cambio de una moneda o vendiendo comida en la acera. Cada cual como buenamente puede. El colorido es enorme y el cambio de  hábitos y vestido se aprecia inmediatamente al cruzar.

Aquí hay menos musulmanes y  más cristianos. La palabra "Bar" es frecuente en los carteles, y en uno de ellos pude tomar una cerveza fresquita después de tantos días de pedaleo por el desierto de Sudan. Ahí, en la crudeza del desierto, es cuando la hubiese disfrutado de verdad.




Al adentrase en Etiopia los paisajes van a cambiar bastante porque hay montañas y el color verde de los árboles pasa a primer plano. Hay extensiones grandes de cereal que está en momentos de cosecha y que recuerda mucho a los campos de Castilla. He visto como majaban y como se repetía la imagen típica del labrador lanzando al aire la maja para separar el grano del trigo retrotrayéndome por momentos a los días de mi niñez.


¿Castillos en África?. Pues sí, están en la población de Gondar, designada por alguien como el Camelot de África. En el siglo XVII un emperador llamado Fasilidas decidió construir un castillo para pasar en él la temporada de lluvias. Un acontecimiento raro porque entonces la población era nómada. Lo demás vino rodado, claro, si el rey hace un castillo la cosa y el lugar se ponen de moda y se acaba creando una ciudadela que a día de hoy ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

Con el cambio de país también cambian algunas costumbre culinarias.


Una de las que se mantiene aunque venido a menos es el "ful", conocido desde Egipto hasta Somalia.


Básicamente son habas cocidas que se sirven machacadas y aliñadas con un chorretón de aceite de oliva y a veces añaden cebolla cortada fina y algo de zumo de limón. Un plato contundente que se cocina en un pote con una forma muy característica.


Pero en Etiopía hay un plato típico realmente propio y singular. Es el llamado "Ingera". Sobre una base de crepé hecha de harina de teff se añaden ingredientes variados a base de verduras, carne y salsas. Se come cogiendo pedazos de crepe que junto con la mano derecha se utilizará a modo de cuchara para llevarse la comida a la boca. A mi me costó comerlo así, lo reconozco. La falta de costumbre se hace patente, por eso siempre llevo conmigo una chuchara y un tenedor.



ESTAMPAS de ADDIS ABEBA


Si en la frontera el cambio en el modo de vestir respecto a los otros dos países que visité era evidentes, aquí, en la capital, el cambio es absoluto. Los jóvenes son los más a la moda, así que no faltan sus pantalones pitillo, las zapatillas deportivas y las camisas a la última. En las mujeres el cambio se nota una barbaridad porque pasamos de verlas cubiertas con Chador y Niqap a estas otras donde la moda occidental esta a la orden del día.   
  


¡Hasta la victoria siempre!. Gloria eterna a Fidel. Queda claro que aquí el camarada Fidel Castro tiene un puñado de buenos seguidores que han querido honrar su memoria con motivo de su muerte.


No es el mismo estándar de construcción que en España, se aprecia enseguida. Lo llamativo es el tipo de andamios construidos con palos de árboles jóvenes, supongo que de eucalipto. Ver a esas criaturas deambulando por el edificio sin el menos tipo de protección hace que desvíes la mirada, como temiendo cualquier cosa.




Me encanta esto. Los ataúdes están expuestos al publico para que se aprecie sus calidad, sus diseños y su acabado. Me parece mucho mas simpático encarar el tema de la muerte con cajas llenas de colorido y no las feas cajas negras que usamos en Europa.


Me divierte mucho esta imagen. Cuando la vi, pensaba, "o la avería es bien jodida o están en un curso presencial de mecánica", jejeje. Lo cierto es que enfrente hay un taller mecánico. Y si, como en España, siempre hay uno currando y cinco dirigiendo, opinando etc...


¿Alguna duda?. Ahí están otra vez, uno trabajando y cuatro controlando la calidad. Que no se me enfaden por aquí, también en España esto ocurre a veces. Me hace gracia, sencillamente.

Por cierto, hay mucha población china trabajando en infraestructuras. Un chico de la localidad me comentaba jocosamente que sí, que era como una pequeña China. Recuerdo algo similar en Bolivia.

Como ciudad grande que es Adis Abeba me causó extrañeza no ver camiones de recogida de la basura y la escasez de  papeleras. Me fijé en estos carros empujados por personas llenos con restos de cosas. No se si es un servicio oficial o son personas que por cuenta propia se ganan la vida con esta labor.


Se que en España tenemos mucho que mejorar respecto a la ayuda social a las poblaciones más marginadas, en este caso los indigentes, pero aquí me he sobresaltado viendo ciertas situaciones. Me refiero a los niños, en este caso de una cortísima edad. En este caso, lo que vi,  ocurrió en una plaza céntrica mientras daba un paseo. Había tres mujeres muy jóvenes pidiendo limosna. Pude comprobar que de las tres, dos eran ciegas totales y de ellas dependían  niños muy pequeños. Una tristeza. Particularmente opino que un pueblo nunca podrá ser grande ni importante ni sentirse orgulloso de casi nada si no es capaz de proteger a sus niños de las calamidades de la pobreza.





MI ALOJAMIENTO



Una especie de casa propia durante once días. Este patio es la entrada al alojamiento, todo un lujo sentarse a tomar el sol, charlar o utilizar Internet con la Wifi mientras tu intimidad esta protegida, no solo por el cercado sino también por las cinco personas que trabajan diariamente y que forman una familia en toda regla.


Aquí están cuatro del grupo. De izquierda a derecha: Edale, Beltu, Hayle y Wondu. Este último además está cursando estudios superiores, que no se de donde demonios saca el tiempo.

Y esta es Mekias, (Mekdes), se pronuncia, y es una joven increíble que viéndola trabajar te deja boquiabierto. Al margen de ayudar en las tareas de limpieza ella se encarga de hacer la comida para el grupo y de ser la "cafetera oficial".

En Etiopía es bien sabido que existen plantaciones de un buenísimo café. Y como no podía ser menos, la gente es consumidora insaciable y, además, lo hacen compartiendo un ritual que a mi me encandiló. No he visto a nadie disfrutar de una o cuatro tazas y tener prisa.

Esta chica, después de la comida saca todo su equipo y ahí, en su rinconcito, comienza la preparación del café. Lo hace sobre un brasero con carbón vegetal sobre el que coloca un pote negro de cerámica con agua. Nosotros nos colocamos alrededor, en un espacio corto, esperando y formando parte ya del ritual. A partir de ahí ella controla tiempos, hervores, cantidad de café etc., etc. El resultado solo se puede comprender tomando una o varias  tazas. Nunca suele ser una sola.


Y tenemos un vecino especial que varias veces al día se pasa por la pensión. Nos saluda y al poco vuelve a su rincón un poco más arriba en la misma calle.


No recuerdo su verdadero nombre. Para mi es Teddy, por esa camisa verde que no se cambió  desde el día de mi llegada. O eso, o es que las tiene repetidas. En realidad es un enamorado del cantante Teddy Afro, considerado uno de los artistas etíopes más importantes de todos los tiempos.

Teddy es un artista de la jardinería de diseño. Cada cacharro raro o menos raro que cae en sus manos lo convierte en un florero, una planta con perejil a lo que le parezca mejor. Dice que alguna vez tocó la guitarra, y me señala la fotografía  colgada que ahora es un elemento más de decoración del muro donde tiene una sencillísima tienda de música que, así me lo pareció, son copias piratas de Cds.



15 Addis Abeba

Es el final de esta aventura. Fue el viaje mínimo que había previsto aunque mi idea siempre fue seguir hacia el sur cuanto pudiese. Pero bueno, ha sido un viaje muy intenso en lo físico y en lo emocional. Lo he sufrido y lo he disfrutado y por supuesto que a diferencia de otras veces no me arrepiento de dejarlo aquí, en la capital de Etiopia.

Si tuviera que decir los motivos de mi decisión no seria uno aislada, mas bien un cúmulo de circunstancias que probablemente tiene como motivo estrella los problemas de salud que durante una semana me dejó verdaderamente ko. La diarrea y no ser capaz de asimilar alimento por tres días fue brutal. 

El caso es que estoy aquí, en Addis Abeba. Cuando regrese habré vivido en esta ciudad durante once días en los cuales he recorrido sus calles tanto a pie como en bicicleta como nunca lo hubiera pensado.

Comenté en otra entrada anterior los problemas que tuve para conseguir dinero en dólares. Al final me vi con un montón de billetes de dinero local (1 $= 22,3 Birr) y dado que mi viaje se acorta tuve que ingeniármelas para no tener que regresar a España perdiendo mucho. Aquí, como en otros tantos países, el dinero es el rey, especialmente el dólar americano al que adoran y al que todo el mundo quiere poseer. Ahora bien, estas apañado como trates de conseguir cambio al revés, es decir, yo entrego dinero local y recibo divisa extranjera. Que no, que ningún banco ni organismo oficial se presta a ello. Así que la solución pasa por acudir a esos  puntos adecuados y siempre sórdidos donde circula el dinero negro, a los cambistas no oficiales que por supuesto no te lo ponen fácil. En fin, que al menos fui capaz de recuperar en dólares USA 214 de los 500 de mi trasferencia. 

A dos días vista de mi vuelo a España, uno recapacita sobre el viaje en la soledad de la habitación y se va quedando con los buenos momentos que, por supuesto, han sido la mayoría. Atrás se quedan los cabreos con esos de siempre que pululan por todo tiempo y lugar y que tratan de sacarte el dinero a base de engaños, bien sea cuando tratas de conseguir ticket de autobús, un alojamiento o una simple comida. Eres extranjero y tienes dinero, mucho o poco, ellos lo saben porque del aire no se vive, así que los de siempre te ven como una hucha con patas que trataran de romper como puedan.

Tengo recuerdos para Egipto. Ahí quedan las escoltas policiales que impiden viajar en solitario. Fueron momentos desagradables que se compensaron con tantísima belleza que te ofrece este país milenario. Y ese Nilo, que yo pensaba que vería mas a menudo y que a partir de Egipto lo perdí de vista fastidiando en parte  lo que parecería un bucólico viaje cada vez que me sentaba ante el mapa y lo preparaba con tanto derroche de entusiasmo.

Pero si el Nilo me abandonó, me recibió el desierto. Si, lo digo con emoción porque esta experiencia de pedalear tantos días por un lugar tan especial es única para alguien fanático de la bicicleta, y es lo que más me enorgullece del viaje.
  
Juntar desierto y soledad, con calor de cerca de cuarenta grados, con racionamiento de agua, con la necesidad imperiosa de conseguirla, incluso comida, con unas rectas interminables cuya sola visión obliga a hacer grandes esfuerzos para controlar la ansiedad y mantener la estabilidad mental crea un cóctel insuperable para quien le atraigan las imprevisiones de la aventura.

Esto fue Sudan. Un grandísimo desierto que emociona

Y de pronto llega Etiopia con todos sus contrastes, los propios y porque aquí ya no hace ese tremendo calor, ya no hay grandes extensiones de soledad y arena.


Aquí impera el contraste del verde de los arboles con los colores claros de los campos de trigo. Hay llanuras, pero también cadenas de montañas con algunos puertos que te cortan la respiración cuando bajas por algunas de sus cuestas. Aquí tampoco puedo dormir al raso como hacia en Sudan mientras contemplaba las estrellas. En Etiopia, ahora es diciembre y hace fresquito. Y por la noche duermo tapado por dos mantas y una colcha gruesa. No es de extrañar, la temperatura baja hasta los siete grados.

Pensaba que probablemente el menor de los contrastes entre los tres países sea el del carácter de sus gentes. En general, todos me han parecido amigables y dispuestos a echarte una mano cuando fue necesario. En todos he visto un carácter bastante alegre y con gran sentido del humor. Solo me arrepiento de no haberlo podido disfrutar lo suficiente por falta de mi capacidad para comunicarme; entiéndase en su idioma o en ingles. 

Addis Abeba
Once días han dado para hacerme una idea sobre este pueblo. He tratado con muchas personas y he visto bastantes cosas.


Addis es una ciudad grande, que no una gran ciudad visto desde mi perspectiva de occidental.

Si una ciudad grande y sus habitantes son el reflejo de la sociedad, debo decir que aquí hay un puñado de cosas que no me han gustado, especialmente aquello relacionado con las personas, el como viven, de sus carencias y de como son tratadas.

He visto mucha pobreza. Pero lo que no entiendo es la falta de asistencia social hacia los más necesitados. Para mi no es asimilable ver a tanto gente en la indigencia mas absoluta, pero sobre todo a tantos niños de cortísima edad, incluso bebés, pidiendo limosna al lado de madres jovencísimas, algunas de ellas con discapacidades importantes, como la ceguera total. No, no es asimilable. Esto, es indigno, aquí en España y en cualquier lugar. Francamente, he pasado momentos difíciles. Un país no puede ser grande, ni importante ni nada de nada si no es capaz de asumir un trato social mínimamente humanitario hacia sus gentes. 

También me ha dado tiempo a turistear un poco, aunque no sea lo que mas me guste de viajar. He visitado el Museo Nacional de Etiopia y debo decir que me encantó.

Imagen tomada en el Museo Nacional
Como había facilidad para fotografiar saqué el móvil y dispare a casi todo lo que vi. ¡ Ah, como hecho de menos esa cámara de fotos que me robaron en Sudan.¡¡

Como me gusta la sonrisa de esta joven

He estado alojado en una Pension&Guest House, que reza el cartel. Once días dan incluso para coger cariño al personal, especialmente porque el trato es con gente muy familiar y sencilla. 

Añadir que todo esta limpio, la ropa de cama, la toallas y los suelos. Y tengo jabon y papel higiénico en cuarto de aseo exclusivo con wc normal. Todo un lujo comparado con la media de los tres países. Cuesta 250 birr diarios, al cambio en dólares unos 14.