sábado, 17 de diciembre de 2016

14 Hacia la frontera etiope

Hay un último tramo de 160 kilómetros hasta Etiopía y en el medio una población un tanto populosa: Doka. Y hacia ahí me dirijo.

El día anterior fui observando un cierto cambio en el paisaje que se confirmaría en los siguientes.


Comencé a ver poblados enteros, pequeños y grandes, de viviendas absolutamente distintas a las habituales.

Ahora eran circulares y cubiertas por un techo vegetal que en un principio se me antojó de paja. Construciones casi idénticas a las de los castros de Galicia o a las típicas de Os Ancares. El motivo era simple: había grandes extensiones de llanura plantadas de un cereal que se llama "TEFF" y es de origen etiope que al parecer posee una serie de propiedades increíbles.


En Doka tampoco había un lugar donde pasar la noche según la primera persona a la que pregunté en una gasolinera. Como de costumbre me armo de paciencia a la espera de acontecimientos porque estoy seguro que alguien comentara sobre ello. Pido una coca cola y me siento. Llegan clientes. Todos observan y algunos comentan entre ellos. Otros preguntan. Llega un tipo en su moto, reposta gasolina y en su cotilleo, ¡zas..!, da con la solución. Como que no, en el pueblo, en tal sitio, puede dormir... Y efectivamente, vuelve a confirmarse que con paciencia y la buena voluntad de algunos casi siempre surge la respuesta adecuada.

Y resultó que el lugar era relativamente bueno y muy barato. Esta noche quise dormir expresamente en el exterior porque dentro hacia un calor insoportable. Portamos la cama al patio y al raso descansé francamente bien.

12 de diciembre. Frontera Sudan - Etiopía

Hago el ultimo tramo por Sudan siguiendo una carretera llana como corresponde al paisaje. Se mantienen las grandes extensiones de cereales y viviendas de igual estilo. Pero ahora la carretera es un hervidero de gente; parece increíble, pero no hay un kilómetro sin que saludes a alguien, incluso allá donde no ves un vivienda. Andan muchísimo por la carretera, pareciera que viven sobre ella.


Es zona de pastoreo de vacas y se ven grandes manadas custodiadas por hombres a pie que, a lo que veo e intuyo, llevan una vida bastante precaria. Me llama la atención las muchas mujeres que transportan cosas sobre si mismas. Hace calor y necesitan beber así que llevan agua en la mano, unas veces en una botella y las más un simple cacharro de plástico abierto. También aquí mi intuición me dice que hay mucho sacrificio personal y grandes dosis de resignación asumidas ambas como algo natural.

Son incontables los puestos de control policial que a lo largo de este viaje he ido encontrando a mi paso. Este de hoy está tan cerca de la frontera que por un momento me confunde. Al acercarme me llama la atención poderosamente la cantidad de personas, casi todos hombres, que pululan por el lugar. Hay incluso un campamento permanente montado con todo tipo de plásticos, telas etc. La vista se me escapa haca un rincón donde un grupo de hombres han sido bajados de un camión.

Los han situado justo detrás del vehículo y están en filas, todos en cuclillas, nadie de pie, mientras le hacen algún tipo de chequeo. Me causa mucho desagrado ver la escena. Un policía de paisano me pide el pasaporte y aprovecho el momento para pedirle beber agua y cojo mi teléfono con la clara idea de fotografiar la escena aunque se que me puede costar un disgusto si me pillan. Cuando consigo la foto ya están subiendo de nuevo al camión. Van como un transporte de ganado.

Llego a la frontera y mi primera charla, cómo no, es con en tipo de los varios que vienen a ofrecerme cambio de divisa. Obviamente no gestiono este tema en tanto en mi pasaporte no esté el sello que garantice mi salida del país. Y efectivamente, cambio el dinero que llevo que no es mucho. Siempre acabas perdiendo porque en estos puestos fronterizos tan pequeños todos los cambistas se ponen de acuerdo sobre las ofertas. Yo estaba mal de dinero así que tuve que pasar una larga hora tratando de conseguir money en un banco primero, y cambiando después unos dolares y euros que tenia como medida de emergencia. Es duro comprobar como determinados sujetos siempre pretenden joderte, pero cuando esto te pasa en una situaciones de apuro de liquidez como era mi caso, entonces te dan ganas de agarrar por el cuello y zarandear al buitre de turno.
Otra foto clandestinamente tomada. Los militares me llamaron la atención por fotografiar la frontera
El paso fronterizo era un caos de gente moviéndose a pie. Un hervidero de personas que puede llegar a causarte agobio. Aquí y allá de la raya, a cada lado de la carretera, todo el mundo se busca la vida como puede. Unos piden limosna, los más en su puestecito personal vendiendo desde productos del campo hasta niños que te ofrecen pesarte en una báscula por una moneda. Aquí todo vale, todo es natural. Las aceras no existen, es todo tierra y has de andar con cuidado para no meter la pierna en cualquiera de los múltiples agujeros que hay. Todo es precario. Vienes de ver cosas que aquí son superadas a peor. Empiezo a ver gente muy pobre, muy sucia y vistiendo harapos. Y lo peor, es parte de un paisaje al que la gente no parece dar importancia. 

Ese dia aprovecho las pocas horas de luz que quedan para gestionar mi salida de este lugar que empieza a no gustarme. Tengo una transferencia de dinero a mi disposicion en cualquier oficina de Wester Union pero aqui no es posible. Lo pienso mucho y decido ir directamente a la capital, a Addis Abeba en autobús.

Cuando regreso al alojamiento ha caido la noche y todo el mundo anda con linternas. A pesar de ser un puesto fronterizo cortan la corriente eléctrica. 







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