viernes, 9 de diciembre de 2016

12 Me robaron la cámara, no hay fotos

Alshawrab, este es el nombre del día. Es 8 de diciembre.

Viajar como viajo conlleva que cualquier situación es posible en cualquier momento. Es una aventura diaria que no sabes que final tendrá hasta que te has acostado. Y aun así, como en este caso, la sorpresa salta justo al despertarme.

El día 6 Salí de Jartum a las 6:30 de la mañana cuando el sol aun estaba escondido. Jartun es duro de pelar con su trafico y mi trayecto urbano rondó los 8 km, así que puse el GPS y a pisar ciudad. No fue tan fácil a pesar de todo, aquí la gente se acuesta muy temprano porque a las seis y media ya todo el mundo empieza a cenar y recogerse. A las 5 de la mañana mucha gente ya se busca la vida y los motores lo polucionan todo.

Fue un viaje corto, 56 kilómetros en total, una etapita impropia sí, pero apropiada a mi situación física. Ya he perdido la cuenta de los días que llevo lidiando con la diarrea y los problemas estomacales. Pues eso, que estaba sin fuerzas y me paré. Como es habitual al llegar a un lugar  hago las preguntas de rigor, pongo cara de chico enfermo (no me costó trabajo) y acabé pasando un montón de horas tirado en una cama de esas que hay en todos los sitios, en la estación de ferrocarril, fuera del edificio, claro, al lado mismo de las vías y bajo la sombra de un gran árbol. Como es normal se corre la voz y todo el mundo pasa revista al españolito dándole la mano y preguntando “joaryu?”. Si pongo una carpa y cobro entrada me forro. Lo cierto es que fue una tarde muy incómoda de continua visita al retrete con la jarra de agua en la mano. Recuerdo que por aquí es raro el uso de papel higiénico. Ya sabes, con la mano izquierda te limpias y con la derecha comes. Recuerdo que tampoco sirven la comida con tenedor y/o cuchara, solo platos con comida y el pan. Y así hay que apañarse. Aunque yo, mi cucharita y tenedor propio tengo para ocasiones difíciles, jejeje.

Agradecido al empleado de la estación, al día siguiente salgo temprano a la carretera y lleno de picotazos de mosquito por todos los lados visibles de mi piel.

Día 7 de diciembre. Al igual que el día anterior me canso mucho y paro a los sesenta y algo de kilómetros. Es muy temprano, alrededor de la una de la tarde y me quedan muchas horas por delante. La gente está en la calle, los locales no son al estilo cafetería occidental así que llegas, gestionas tus preguntas con más o menos fortuna y cuando ya tienen una solución esperas en la calle a que llegue la noche. Salvo que duermas al raso, algo normal, en cuyo caso ya ni te mueves sitio.

En este caso un hombre del pueblo se acerco a mi acompañado una chica que hablaba algo de ingles. Acabó ofreciéndome una alternativa, se lo agradecí y continué a la sombra de un árbol junto a otras personas locales a la espera de la caída de la noche. Pero la vida, y más en estos viajes pega giros inesperados. La gente se entera de todo y todos saben lo que pasa. A las tres horas de mi llegada aparece un chico muy apañado, muy educado él, y hablándome en  ingles (todo el mundo presume que lo entiendes perfectamente) y me dice que en su casa tiene un buen lugar para mi. Decido acompañarlo. Cierto, la casa es grande y de calidad comparada con el resto. Hay un puñado de amigos suyos de visita. Me explica que su hermana se casa mañana y que esta noche hay una fiesta para familiares y amigos de la familia. Joder, pienso, ya me metí en un lio. Yo no estaba para fiestas, la verdad, mi cuerpo roto y vacío pide cama pero ya acepté y soy incapaz de decirle que no. De todos modos la curiosidad puede conmigo y es una oportunidad única de estar presente en un acontecimiento social  que de otro modo es imposible.

Me llega información: habrá música, baile y poco mas. Llega un grupo con un órgano, cantantes y ritmos electrónicos. En el patio se sitúan sillas de modo estratégico y dos camas. Recuerdo aquí las camas tienen un concepto  y un uso mas amplio que el de servir para dormir. Va llegando la gente, las mujeres todas muy bien arregladas y con trajes clásicos, por aquí la moda occidental no se utiliza habitualmente. En la parte principal del patio se sientan las mujeres y los niños. En la otra esquina los hombres y justo detrás y a los flancos de la orquestilla se arriman toda la panda de gente joven hasta los treinta y pocos, mayormente los amigos de mi anfitrión.

Aquí no se bebe nada, ni se come. La música me sorprende con un ritmo alegre y marchoso; una mezcla de música sudanesa y ritmo que a veces parece que Bob Marley estuviera al micrófono. Las mujeres poco a poco empiezan a salir a pista y danzan muy suavito, con pasos muy cortos, más en un arrastrar de pies que levantándolos del suelo. Muy rítmico, como solo los negros saben hacerlo. Se cierran en un corro mientras se mueven y charlan. Aparece la novia. Momento importante porque es la protagonista y porque es guapísima, esbelta y muy alta. Va envuelta en una túnica verde claro con adornos dorados. Muy elegante. La mujeres de la pista la incorporan al corro y siguen con su danza suave y sinuosa. Una de esas mujeres se mueve con tal sentido del ritmo que mi vista se mantiene fija en sus caderas y en sus pies, No se puede describir; parece sencillo pero no lo es en absoluto.

Los hombres son más sosos, solo algunos se acercan a las mujeres y entran en el corro manteniendo el ritmo de la música durante unos cuantos segundos y se retiran. Y esa es la tónica de la fiesta en general. Los hombres más mayores como que no estuvieran y los jóvenes de broma y jolgorio permanente como corresponde a su edad.

Los intentos para sacar a pista a este que escribe resultaron vanos, claro. La verdad es que yo era en punto discordante de la fiesta aunque todo en mundo lo sabia. No pude ducharme, era el segundo día consecutivo, así que me aseé como pude las partes visibles, me lave la cabeza y me puse un pantalón largo. La camisa tenia mierda a kilos de la carretera y sudor de mi cuerpo pero como era muy clara y había poca luz resulto invisible. Bueno, eso creo.

Se para la música para alegría mía pero resulta que es un descanso. En un apartado los chicos de la orquesta recuperan fuerzas y beben algo de sabor dulzón. Llega el jefe de la casa vistiendo túnica blanca y su hijo me lo presenta: “My father”. Nos damos la mano, unas palabras que entiendo a medias y me fijo que trae con él una escopeta de proporciones que impresionan. Más tarde compruebo el motivo al sorprenderme con trehs tiros atronadores a modo de salva de honor en medio del patio.

Son las diez y media pasada y mis ojos se cierran. No puedo con mi cuerpo. Mi anfitrión lo sabe pero soy muy educado y le digo “Don’t worry”. Se alegra y me dice que en una hora se acaba. Dios, que mal lo pasé. Se marcha todo el mundo menos cuatro o cinco amigos que se quedan a dormir. Traen una bandeja redonda  enorme, la típica en la que sirven la comida en común. Dentro de ella varios platos distintos y pan. Te lavas las manos muy mal, agarras tu pan y participas de la comanda.

Doce treinta de la noche. Me acuesto. Quedo con mi anfitrión a las 7. A las cinco estoy desvelado, a las seis treinta me levanto y monto las alforjas y compruebo que nada queda olvidado. Abro mi bolsa de manillar donde llevo la documentación, el dinero y la cámara de fotos. ¡¡ La cámara…!!, no está la cámara en su sitio. Ha desaparecido. Se lo digo, mi anfitrión me mira incrédulo, piensa que me estoy explicando mal. Sus amigos alucinan, yo no doy crédito… Me pongo en su lugar y lo entiendo. Estás en tu casa en una fiesta muy importante para la familia. Has invitado a familiares, amigos íntimos y gente de confianza. La bicicleta estaba situada en el lugar que me asignaron para dormir,  en una esquina alejada del paso de personas. Y uno de tus conocidos, quizá un amigo le roba a tu invitado. Tremendo.

Día 8 de diciembre. Llegué donde quería, a este pueblo grande llamado Wad Madani. Vine en busca de un hotel para pasar un par de noches y reponer mis fuerzas. Se me hizo larga la etapa a pesar de ser corta. El cabreo y la impotencia me han acompañado todo el tiempo. 

No es igual viajar sin la cámara de fotos, sin su zoom y sin su gran angular. 

Tengo claro que hoy fue el día más perro de todo el viaje y que si tengo un avión a mano me hubiese largado. Estoy a punto de ir a  dormir y ya empiezo a asumirlo con resignación. Lo mejor de todo es que cada mañana amanece de nuevo y hay que seguir adelante.






4 comentarios:

  1. Querido Luisito algo té tenía que pasar para que tu viaje fuera emocionante y traumatico para ser vivida, sino hubiera sido un viaja de turismo simplemente en bici.
    Pobre mi amigo pasando la de Caín
    Por una travesía sin igual
    Pero gracias a la Virgen de la Macarena y la Virgen de la Esperanza sigues adelante fuerza españolito
    Cuidate Luisito,te quiere mucho tu amigo Roberto Perú

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